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Foto: Karl Gartelmann Para quienes gusten del conocimiento o de la pequeña historia de los pueblos patrios, estas páginas pueden aportarle datos de interés, siempre que sepa aquilatarlos en su justa medida , es decir, en el tiempo y condicio– nes en que acaecieron. Nos interesa hacer públicos los testimonios de unos creyentes que han vivido en la frontera , Río Aguarico, una de las zonas más desconocidas de Ecuador. Ahora que las riberas de estos ríos se han convertido en un rico botín para mil ambiciones, los relatos proclaman la verdad de a quiénes per– tenecieron, quiénes moraron ahí y los llamaron suyos. El Aguarico no volverá a ser el río turbulento de "exquisita pesca", donde danzaban los bufeos y se multiplicaban prodigiosamente los caimanes; en el suave y oscuro Cuyabeno no volverán a cubrirse sus playas de charapas o, en el atardecer, jugarán a cientos los lobos marinos. Pero aún las cochas de sus cabeceras guardan al– gunos ejemplares de lo que fue el reservorio amazónico de los manatíes; to– davía permanecen muchos tesoros en sus aguas y selvas circundantes. Estas páginas son, también, una advertencia. Y quieren ser un homenaje a la fe de quienes se sintieron enviados a es– ta frontera ; frontera, lo reiteramos , de tantas cosas: de su resistencia física, de su capacidad comprensiva, de sus formas de creencia. Derrocharon enor– me caudal de energía y bondad. Aunque ellos también reconocen ahora, al cabo de los años, que eso no siempre es suficiente.
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