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tancias necesitan más de nosotros. Cada noche son nuevas experien– cias; su mundo es muy distinto. Dormimos una noche con una fami– lia de Secoyas, donde recibimos un gran impacto al oír que después de nuestra oración de la noche ellos comienzan en su propia lengua a cantar salmos y a rezar. Sólo estando allí se puede experimentar la fuerte emoción . Con ellos celebramos una Eucaristía en Secoya, Quichua y castellano; reinaba el ecumenismo. · A lo largo del río Eno visitamos numerosas familias de colonos, que recién están conformando las cooperativas La Pantera, Tahuan– tinsuyo y Miss Oriente. Para ellos se ve una necesidad urgente de atención, además de la pobreza, la soledad, distancia de su tierra y separación de sus familias. Visitamos también una comunidad de Sfonas. Ellos son más pobres desde todo punto. Todo es más rudimentario, y también, como con los Secoyas, nos aísla mucho la lengua; las dos son dife– rentes y ninguna sabemos. En San Pablo pasamos un día. Es algo muy aparte y excepcional. La comunidad es grande: son unas 60 fa– milias, todos Secoyas. Están muy organizados técnica, política, social y religiosamente. Existen líderes religiosos de la misma comunidad, y se puede decir que todo es obra de un matrimonio norteamericano que vive con ellos desde hace más de 20 años . Son protestantes y católicos y actualmente tienen traducido al Secoya algunos textos del Nuevo Testamento. Es una obra admirable y hay que reconocer su valor: cómo una familia misionera nos ha dado una buena lección. El equipo piensa que es el momento de introducirnos en su mundo, en su idioma y proyectos y, partiendo de la gran base que tienen con la profundización de la Biblia, llegar a un entendimiento y vivencia de la Eucaristía, que no tienen en sus ritos. Nos vemos con esa preo– cupación y gran interrogante : ¿cómo? ¿quién? ¿cuándo? etc... Por el río Cuyabeno navegamos varias horas y llegamos a una comunidad de Sionas que viven totalmente aislados de su grupo por problemas de familias. Ellos ya tienen un líder que les alfabetiza y atiende en salud. Ahí pasamos un día completo y nos sentimos muy a gusto con ellos. Pero todo se termina y debemos marchar. Sin duda, el tiempo es otra limitación más. A nuestro regreso nos detenemos más en cada grupo o familia. Visitamos en total más de 60 familias. Le vamos sacando más el jugo; son los últimos días y queremos vivirlos con más intensidad, hacer más hincapié en la convivencia, meternos en la familia, participar más en su vida sencilla, escucharles, darles tiempo de hablar. 284
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