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Salimos de Nuevo Rocafuerte el día 20 de septiembre a las 8 a.m. para realizar una gira por los ríos Aguarico, Eno y Cuyabeno, partien– do desde el río Napo. El equipo misionero lo conformamos: el Padre Alejandro Labaca, Capuchino, Inés Arango, Terciaria Capuchina, Ernesto Digua, como motorista y sobre todo como líder misionero de esta Ribera, y yo, Elvira Fernández, Misionera Dominica, que me encuentro en el Hospital de Nuevo Rocafuerte haciendo el año de Enfermería Rural, pero ante todo soy misionera y me hago invitar para participar en el trabajo de pastoral y también dar atención sani– taria y conocer las enfermedades más frecuentes de la zona, haciendo también un cuadro estadístico de mortalidad infantil en los últimos 5 años. El recorrido será largo, aunque no tanto como se hubiera deseado por nuestra parte. A la ida, paramos en todos los destacamentos mili– tares para la identificación, y luego en cada familia que encontramos; es como un saludo y anunciarles que estamos con ellos y regresare– mos pasando más despacio. Por todo el río Aguarico, hasta la desembocadura con el Eno, hemos encontrado familias Quichuas. Todos nos reciben con cariño y nos brindan la chicha sabrosa y típica, que tomamos con gusto. Sus casas son de suelo de chonta y alzadas del suelo; los techados, de pambil. Todo es muy sencillo, pero no falta el fogón, muy ornamen– tal y tan familiar. Llevamos como objetivo principal el compartir con ellos al máximo, escucharles en sus preocupaciones, atender a los enfermos, y como mensaje cristiano, decirles que Dios es Padre, que les acompaña y está en medio de sus amarguras, soledad, luchas y esperanzas y que es Redentor y Salvador. Uno se siente a gusto; parece llegado el momento de estar vivien– do algo deseado y plasmado en Puebla; es la Iglesia de los pobres también; muy de acuerdo con el carisma de mi Congregación y vivir tan de cerca el estar "no aliado sino al interior de un pueblo que con sus condicionamientos históricos va caminando hacia el Proyecto de Dios..." . Nos detenemos muchas veces y son muchas las horas de navega– ción bajo el sol tropical. Pero no se hace sentir el cansancio; el suelo duro sobre el que dormimos, cada vez se siente menos duro; compar– timos la misma comida y el mismo techo en la casa más cercana en donde nos coge la noche, o donde vemos familias que por sus circuns- 2H .l

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