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entonan el canto que más les llama la atención o que más sentido tiene para ellos ; dice así: El sentido es : CIBAYE (en Secoya) Cibayé y éé ahuepi Cristo ayeré y éé jen, jen, ñe. Cibayé y éé ahuepi Matemonasa y éé jen, jen, ñe. Hay deojé - huare huachoque Matemonasa y éé, jen, jen, ñe. Y éé, jen, jen, ñe... Soy feliz . Esta es mi canción. Lo hacen con tal sentimiento que nos deja mucho que pensar: cómo en este grupo sin atención de sacerdote tienen gran sentido de oración; lo hacen comunitariamente, con participación de todas las mujeres o dirigidos por ellas. Al amanecer nos disponemos a la celebración eucarística. Aquí es extraordinaria. Qué sentido tendrá para ellos no lo sabemos, pero ponen todo el cuidado y poseen un gran espíritu de oración. Lo hace– mos en las diferentes lenguas: Secoya, castellano y Quichua. El Padre explica en castellano y Catalina hace de intérprete, explicando poco a poco. Los cantos los hacen ellos en su lengua, después de expli– carles el Padre de ha de ser de perdón, o de alabanza, o de agrade– cimiento. El "Señor, ten piedad" lo hacemos en Quichua; la ora– ción o peticiones, cada uno en su lengua, pero al tiempo: así que a la vez se oye el Quichua, el Secoya y nosotros en castellano. Para nosotros esto sería un desorden o una locura, pero aquí lo vemos como una maravilla obrada por Dios en estos pueblos. Increíble que entre ellos se encuentre más participación y más diálogo en cuanto a la liturgia. Y así comprobamos que el Espíritu sopla donde quiere y que Dios se revela a los sencillos y humildes. Terminada la celebración, compartimos el desayuno con ellos, que tienen siempre su carne de monte, chicha y esto es todo; enton– ces de nuestra parte ponemos el cafecito y el arroz, que no lo tienen y les encanta. Esta es la mejor manera de llegar a ellos: el compartir cuanto se es y se tiene. Nosotras cocinamos el arroz, preparamos el café y ellos nos dan su camita y la chicha al partir, que da resistencia para el viaje. 278

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