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Desde nuestra llegada ·del pueblo Huaorani, empezamos a prepa– rar nuestra gira hacia los Secoyas del Aguarico, para salir de Roca– fuerte, el Padre Alejandro, la Hna. Elvira Fernández, misionera Do– minica y una Terciaria Capuchina, Hna. Inés Arango Velásquez. El día 20 de septiembre salimos con interés de llegar hasta Jua– nillas, a casa de Padro Vázquez, a donde llegamos a eso de las cinco de la tarde, después de haber visitado de paso algunas familias de la ribera, anunciando nuestro regreso para quince días más tarde, con el fin de que se reunieran las diferentes familias, celebrar la Eucaristía, administrar los sacramentos, dialogar con ellos e interesarnos en sus problemas, como son las escuelas, los colonos, etc. En casa de Pedro Vázquez nos reciben siempre con especial atención, en lo que les es posible. A la mañana siguiente, reunidos únicamente con la familia, celebramos la Eucaristía en ambiente familiar y sencillo, donde el padre de familia hace la lectura, explica según sus capacidades y hace las preguntas del caso; la madre aprove– cha para darle gracias a Dios por nuestra visita que es para ellos de gran alegría porque viven demasiado solos y pide que lo hagamos con más frecuencia. Las niñas colaboran ayudando a buscar los cantos para la Misa, y en fin, todos participan según sus capacidades. Terminada la Eucaristía, continuamos adelante, con el fin .de llegar hasta Boca Cuyabeno, a casa de los Chávez. Esta familia ha tenido últimamente algunas muertes repentinas, y en aquel mismo lugar se ahogó un soldado. Este es uno de los motivos de la visita, con especialidad a esta familia, que en esta ocasión esperará hasta nuestro regreso el cuatro de octubre para una celebración especial con todos los miembros de la comuna. Continuamos nuestro viaje hasta llegar a la primera familia o grupo Secoya. Estaban casi todos de cacería o de viaje, y entonces seguimos adelante hasta llegar a la casa de Cesáreo, del grupo de los Secoyas, pero un poco retirado del grupo. Allí nos quedamos aquella noche, en compañía de su esposa y otros familiares; él estaba ausente Después de estar listos para nuestro descanso como de costum– bre, hicimos nuestra oración de la noche y entonamos "Junto a Ti al caer de la tarde". Mientras rezábamos ellos guardaban silencio y observaban con atención. Cuando todo estaba en silencio, Catalina, la esposa de Cesáreo, empieza con gran fervor y con una gran unción el rezo en su lengua. Oran todos en alta voz, hacen sus peticiones y 277

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