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20- I - 80. (Primer día) Es un día cualquiera como otros tantos, sin embargo en ciertos sectores de la residencia misional de Nuevo Rocafuerte se nota un movimiento casi febril: son los preparativos que realiza el Padre Alejandro en la cocina (poniendo en orden y muy detalladamente todos los utensilios y fundas de comida en los correspondientes cartones enfundados en cáñamos sencillos para facilitar el transporte según afirmaciones del mismo P. Alejandro). Además se han prepara– do 108 galones de gasolina ligada; es la cantidad que se gastará en este recorrido por el río Aguarico; esto el día de ayer. Hoy el reloj marca algo más de las 8 a.m. Es una hermosa maña– na; el sol calienta .aún débilmente y tenemos un hermoso río que nos da toda facilidad para la navegación. Nos hemos despedido de los que se hicieron presentes el rato de partir y "Adiós, hasta la vuelta". El río Napa es bastante amplio, como todos los que hemos viaja– do sabemos ; sin embargo es posible encontrarse con muchas sorpresas a cada paso si el motorista no es ducho en la navegación, y más aún si el río es desconocido. Según una disposición militar, toda embarcación tiene que atra– car en todas las guarniciones para presentarles nuestra documenta– ción, ponerles al tanto qué rumbo seguimos, qué pro<;edencia es la nuestra, qué profesión tenemos, en fin , todo son formulismos; sin embargo ellos lo hacen con mucha diplomacia y con ello están cum– pliendo su deber de centinelas de la frontera ecuatoriana. En Colonia, por cumplir esta disposición militar, tuvimos el primer percance: una varada. El río, en ese sector, estaba tan seco que tuvimos que remar hasta alcanzar un canal muy pequeño por el que pudimos subir hasta el puerto del ·destacamento. Allí Lucho Grefa nos dijo que si alguna canoa ecuatoriana no atraca, ellos ense– guida arremeten a tiros; están cumpliendo una disposición milita~. Ballesteros está enfrente mismo de Pantoja, guarnición peruana de bastante categoría. Allí estuvimos hacia las·10 de la mañana. Los edificios de Pantoja se los ve a la distancia cual castillos encantados, y al verlos pienso: Allí estuvo un día también el Ecuador. Hacia las 10,10 de la mañana comenzamos a subir las aguas del Aguarico. En este momento el P. Alejandro me hizo una seña como indicándome: el río es nuestro, sigamos hasta donde sea posible, 259

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