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En 1913 el Prefecto de los capuchinos catalanes escribía : "Los Tetetes son de la tribu de los Sionas a juzgar por el idioma que es el mismo. Se les supone un grupo disperso de la antigua ciudad de la Concepción fundada por los PP. Franciscanos en la confluencia del Singüé en el San Miguel. Son unas 50 familias" (27). En enero de 1917, cuando el P. Anselmo de Olot preparaba una expedición para un encuentro con ellos, tiene conocimiento del Tratado de Límites entre Ecuador y Colombia, que dejaba a los indígenas fuera de la jurisdicción colombiana y renuncia al encuentro. Con todo , anota datos de mucho interés: "Serán de 200 a 300. Viven en las cabeceras del río Cuyabeno, y es tal la posición que ocupan que con la misma facilidad pueden ladearse al río San Miguel que a la cocha del Cuya– heno y río Aguarico, Pacayacu y Ocano". Dos años después el P. Justo de S. Martivell con algunos colonos e indígenas del San Miguel tiene un trágico encuentro con los Tetetes en las cabeceras de la quebrada Singüé. "Salieron a nuestro encuentro como unos doce salvajes cuyo número iba aumentando por momen– tos, todos armados con tres lanzas cada uno". Los Tetetes matan a dos colonos y el resto de la expedición escapa a duras penas. Otro misionero, P. Bartolomé de Igualada, intenta nuevos contactos a finales de los años 20, pero sus guías Sionas se niegan a última hora a acompañarle. En su escrito "Excursión Apostólica" anota numero– sos encuentros violentos tenidos por diversos habitantes del área con los Tetetes; éstos parece que llevaron siempre la peor parte. Entretanto, los Tetetes retrocedían también hacia el norte des– pués de algunos encuentros violentos con Sionas de Aguarico y Cuya– heno. Pero otra amenaza mayor se proyectaba sobre el grupo Tetete: las exploraciones petroleras. Un anciano quichua, Rogelio Tangoy , antiguo trabajador de hacienda en el Aguarico, abría trochas para la compañía Cayman entre Cuyabeno y San Miguel; un día toparon con un poblado de indios desconocidos. "Eran unas diez casas gran– des hechas sobre el piso; estaban cercadas con guadúa y tenían los patios limpios. Dentro eran oscuras porque la paja del techo caía casi hasta el suelo; había muchas hamacas de chambira tendidas y fuegos ardiendo. Supimos que eran los Tetetes; había bastantes pero no se acercaron; querían robarnos algunas cosas pero nunca intenta– ron atacar" (28). Distintas compañías trabajaron en ese territorio hasta la actualidad, fotografiaron sus casas, chacras e incluso a los mismos Tetetes. También facilitaron las dos últimas entradas misio– neras de las que hay noticia. 23

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