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Una inoportuna intervención de la Hna. enfermera, que brindó sus servicios de den:istería .a la hora en que debíamos comer, retrasó nuestra salida. Pro bono pacis nada se dijo ni comentó. Comimos con la familia Chávez y, de inmediato, nos lanzarnos al río rumbo al Cuyabeno. Buen tiempo, y sin prisas, nos adentrarnos en el río Cuyabeno. Dispararnos algunos cartuchos sin éxito, rniestras surcábamos las negras aguas y nos recreábamos en las múltiples lagunas formadas a ambas márgenes. Al anochecer toparnos a la primera familia Cushrna. De noche, guiados por un práctico y conocedor del río, llegarnos a la agrupación de los indígenas. Eran las 8. Tras un pequeño refrige– rio, cada cual se acomodó corno pudo para descansar y proporcionar un sedante a los nervios, notablemente alterados ante la posibilidad de tropezar en alguno de los muchos palos sembrados a lo largo del cauce del río, que tuvimos que navegar a tientas. Las últimas horas del 1972 se sepultaron en los anales de la historia de nuestras vidas sin pena, ni gloria. Ni músicas, ni cantos, ni brindis, ni bailes. Sólo el graznido de alguna ave nocturna y el ladrido de algún perro despidieron al año viejo. Año 1973 Enero l. "Feliz Año Nuevo con todos": Estas fueron las primeras palabras que pronunciaron mis labios al despertar de la primera ma– ñana de 1973. Nos aseamos, prepararnos la comida, y mientras, se fueron reuniendo los moradores de la tribu de los Cushrnas. MISA ECUMENICA La agrupación de Cushrnas del Cuyabeno diz que son evangelistas. Ellos se tienen por tales, y sin embargo, bautizan a sus hijos, se casan, reciben con agrado la visita del sacerdote católico y lo tratan con todo respeto. A una leve insinuación, todos los presentes, que sumarían unas 40 personas, tornaron parte en la Misa, primera Eucaristía en los albores de 1973. En el marco rústico de una casa de material de selva, sentados en torno a la mesa altar, iniciarnos la Misa. Silencio, 243
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