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En el destacamento militar de Ballesteros, emplazado a la margen derecha de la desembocadura del Aguarico en el Napo, apegamos para presentar nuestra documentación al jefe militar del puesto, que se apellidaba Pantoja y su graduación era sólo de Cabo. Todos los componentes de la guarnición, hombres, mujeres y niños, nos recibie– ron con cariño, se desvivieron por atendernos, nos brindaron unos huevos cocidos y un vinillo, que fue aceptado con manifestaciones de gratitud. A las 8 enrumbamos la proa aguas arriba del caudaloso Aguarico. Nos detuvimos una media hora para conversar con las tres fami– lias que integran el destacamento de Cocaya. Se atendieron algunos niños enfermos, se repartieron algunos caramelos, y ocupados los puestos respectivos en la embarcación, seguimos surcando las aguas, que por el estiaje habían disminuido notablemente en su caudal. En Puerto Loja dos soldados custodiaban el territorio nacional frente a una quincena de peruanos que componen la guarnición de la nación vecina. Temple, gusto y romanticismo se necesita para escoger un desta– camento militar, perdido en la selva, como el de Castaña, en donde sólo viven 3 soldados, para saborear la luna de miel. Dos indígenas, recién casados, eran los protagonistas de esa epopeya amorosa. Los únicos alicientes que podrán tener aquellos dos jóvenes eran el silenéio, la soledad, el aislamiento y un calor asfixiante. La gratitud por nuestra visita se puso de manifiesto al despedir– nos de los soldados, quienes nos regalaron unos huevos y algunas libras de pescado recién arrancado a las entrañas del río. A las 2 pegábamos en el muelle de Lagartococha, donde nos detuvimos sólo el tiempo necesario para saludar a los soldados del destacamento. Agradecimos de veras el refresco que nos brindaron, y sin otro particular continuamos el viaje. Un despiste del motorista provocó una varada que nos obligó a todos a echarnos al agua para empujar la embarcación hasta buscar agua abundante. La broma nos demoró más de media hora. A las 4,15 saludamos a una familia que charapeaba en una gran playa. Era Marcos Tangoy y algunos de sus familiares. iMedia hora más tarde, la tripulación aumentada! A las 4,30 entrábamos en la casa del Sr. Marcos Tangoy, que nos recibió con visibles muestras de agrado. Después de aseamos y cuan– do las dos familias se reunieron, hicimos algunos sondeos pastorales. El resultado de nuestras averiguaciones hizo sus efectos. Había que 239

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