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21. Cuando amanece, las cosas se ven más claras y con más tran– quilidad . Desayunamos, y una vez recuperadas las fuerzas, hacemos lo posible por salir de allí. Tras algunos forcejeos empezamos a desli– zarnos hacia el agua; la canoa se inclina bastante... ya flotamos. Ense– guida la corriente nos arrastra a la otra palizada. Pasamos un remoli– no, con vuelta al ruedo . Tropezamos en algunos troncos, pero salimos ilesos a aguas más despejadas. Entonces escuchamos voces: Unos mili– tares que habían salido de cacería nos ven y se acercan para ayudar– nos. En su compañía bajamos hasta el campamento. El Comandante nos recibe en el puerto. Ya sabían que bajábamos al garete, y no subieron a buscarnos por no tener ningún motor disponible. En Rocafuerte nuestros hermanos también están enterados de la avería y se disponen a salir. Por radio les comunican que nos encontramos perfectamente y que ya nos arreglan el motor. Tomamos en el despacho del Comandante la insustituible "coli– ta". Mientras el Padre se da un tonificante · chapuzón, el puntero pasea amistosa y parlanchinamente con el Comandante. Reunidos todos los soldados, se celebra la Santa Misa. Suenan bien los cantos con tantas voces masculinas. En el campamento viven sólo los soldados, sus familias no están. El Comandante dice que le gustó mucho el "estilo de la misa" : El Padre había entablado diálogo con los soldados, haciéndoles preguntas acerca de la lectura. Nos invitan a comer. Al terminar, damos las gracias y salimos acompañados de dos soldados que tenían que subir al Comando de Tiputini. Sin más contratiempos, y tras haber parado en los campamentos de paso por si necesitaban algo, bajo una regular tromba de agua llegamos a Yasuní. El Comandante nos invita a merendar, pero ya estamos deseando llegar a casa. Dejamos la invitación pendiente para otro día . En la AMF las Hermanas nos reciben efusivamente. Sin perder tiempo empezamos a contar nuestras aventuras. Ya estamos en casa. Como final, un enorme deseo de completar el viaje que vimos interrumpido por la no colaboración de un motor. Volver... deseando aprender de su sencillez, de su generosidad, olvidando la autosuficiencia de blancos civilizados. Queriéndoles como son. Agradeciéndoles con una sonrisa de verdadera amistad ese arroz y ese techo que comparten con nosotros como buenos cristia– nos. Dejándonos contagiar de la grandeza y de las enseñanzas de esas gentes tan humanas que viven muy cerca de la naturaleza y de Dios. 234

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