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De vida y actividad seminómada dentro de sus amplios territo– rios, tenían como puntos habituales de residencia: el río Eno (de ahí su nombre, Enos) y su desembocadura en el Aguarico; la bocana del Shushufindi (nombre de sus vecinos Cofanes; en Siona, Kantesiayá), y todo el río Cuyabeno, a más de sus lagunas y cabeceras, considera– das como excepcional reservorio de pesca . Por la enorme similitud que para los ajenos a su cultura guardan con sus parientes Secoyas y aún, si se mira la indumentaria, con los Cofanes, muchos viajeros y buena parte de los relatores que presenta– mos los llamarán Cushmas. Cushma es la palabra que designa el vesti– do masculino, común a Sionas, Secoyas y Cofanes, originario de las reducciones y que antiguamente estuvo confeccionado de corteza de árbol batida (llanchama) y decorada con diversas tinturas. La población Siona ha aumentado poco en estos últimos años y es del orden de !50 personas (21 ), con dos asentamientos actuales: Puerto Bolívar, en el Cuyabeno, dentro de la Reserva Faunística del mismo nomj:>re, y Campo Eno, en el lugar donde el Eno vierte sus aguas al Aguarico. Estos Sionas tienen otros grupos hermanos, aun– que con diferencias dialectales, sobre el Putumayo colombiano, en número de hasta 350 (22), pero desde el año 1941, como ya indi– camos, comparten territorio con algunos Secoyas en Ecuador. SECOYAS Son indígenas de la misma familia· lingüística que los anteriores y, en el caso que nos ocupa, emparentados. En Ecuador se habla casi indistintamente de Sionas- Secoyas; sus diferencias dialectales no son considerables. Sin embargo, la procedencia de estos Secoyas actuales se origina en la quebrada Siecoya, del río Huajoya o Santa María, "el río de los Encabellados", tributario del Napo actualmente peruano. Ya vimos cómo algunas familias migraron desde una hacienda cercana a Pantoja hacia las cabeceras del Cuyabeno cuando el cont1ic– to fronterizo . En 1974 uno de sus hombres más representativos, Angel Cecilia Piaguaje, converso al evangelismo para aquel entonces, visita a sus parientes Secoyas del Angusilla y a los Angoteros del Yubineto predicándoles que "la vida en su nueva tierra era como en el paraíso y que ahí había aparecido Jesucristo" (23). Algunas fami– lias aceptan la invitación y se trasladan a los poblados Secoyas del Aguarico: San Pablo de Kantesiayá y, después, a Siecoya, hasta com- ' pletar un censo aproximado de 250 personas. 21

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