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J agua (Colombia), su pueblo natal. Cuando el profético cura rural predicaba el abandono de todo trabajo y ocupación, para reunirse en el templo y esperar el fin del mundo y la venida de Cristo. Su vida de trotamundos infatigable "para conocer" : Brasil, lquitos, sierra perua– na, Putumayo, Napo, Aguarico... El desierto verde que nos rodea se puebla de espejismos. Arcadia, hoy pequeña guarnición peruana, fue por aquellos tiempos una gran plantación de caña de azúcar, algodón, arroz... con gran cantidad de familias de esclavos trabajando; más de mil cabezas de ganado, trapi– ches, piladora, desmotadora de algodón, etc. La gran casa del "amo", donde no faltaba el piano de cola ni ninguno de los adelantos que podían conseguirse entonces. El Aguarico, más poblado que el Napo de nuestros días, principalmente de colonos colombianos, con sus pequeñas ganaderías familiares. Viejo Rocafuerte, hoy Pantoja, comando militar peruano; con sus 100 familias, y dos días semanales de mercado . Los aventureros de la selva ; buscadores de oro en las quebradas más recónditas; caucheros, que surcan la selva en toda dirección, succionando el jebe, caucho, balata, lecheguayo; y con el cauchero mil sombras de mujeres violadas, indios muertos a latigazos, orgías en las que el mes se hacía corto·. La terminación del negocio del caucho, y la invasión peruana, en 1941, borra este mundo increíble. Volvemos a la realidad : silencio poblado de ruidos, chirridos, cantos, rumores; noche cargada de vida; selva impenetrablemente virgen. Resulta tan interesante la sobremesa que si no fuera por temor a cansarte con gusto la hubiéramos continuado, escuchando a don Pedro sin acordarnos de las hamacas. 15 . A las 6, 30 horas se celebra la Santa Misa. Todos los asistentes participan con gran interés y contestan con evidente agrado al Padre cuando éste les hace preguntas relacionadas con la lectura. Atende– mos a los enfermos y después de desayunar continuamos el viaje; son las 9,10 horas. Breve parada a las 9,30 en el destacamento de Ballesteros. Al pa– recer todo el mundo goza de excelente salud. Agradecen nuestra visita y nos regalan unas "limas" para mitigar la sed del camino. Estamos en la desembocadura del Aguarico con el Napo. Al frente acecha la garita del centinela peruano. Empezamos a surcar las aguas del río Aguarico. A la derecha Perú, hasta Lagartococha. El Napo se ha perdido, probablemente para siempre, en la selva peruana. 226

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