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Todo estaba preparado para la gira médico-pastoral por los ríos Napo, Aguarico y Cuyabeno. En la canoa de 12 metros de largo y 90 cm. de ancho cedida por el Hermano Aquiles, 14 bultos de alimentos de Cáritas para el comedor escolar de Boca de Cuyabeno; 80 galones de gasolina, el motor de repuesto Evinrude 40HP., medi– cinas, alimentos, aperos personales; y sobre el espejo, el Evinrude 33 HP., dispuesto a enfrentarse con las 40 horas largas de viaje. Su encofrado compacto encierra la esperanza de tener un buen viaje, y el deseo de cumplir Jos objetivos propuestos. Salida a las 16,20 (día 14) del puerto de la AMF, acompañados de las sonrisas y buenos deseos de nuestras hermanas. Parada a los 5 metros para recoger una lata con la que poder achicar el agua de la canoa. A las 16,30 horas en Yasuní fuimos despedidos con todos los honores por el Comandante del puesto y el Teniente Médico que nos desearon un fructífero y feliz viaje. · En adelante, el Napo se hace internacional hasta la desembocadu– ra del Aguarico. Siguiendo su corriente, a la izquierda Ecuador, a la derecha Perú. Perú desde 1941. Ya un poco ecuatorianos, no pode– mos evitar un estremecimiento. La tarde está gris pero agradable. El río, muy bajo. Paramos en la playa frente al destacamento de Colonia, conscientes de la varada que nos exigía aquel estacionamien– to. El Padre se baja con intención de saludar a Jos militares. La excur– sión no tiene éxito; al otro lado de la playa baja la suficiente cantidad de agua para impedir atravesar andando. Nos habíamos varado con "todo el equipo". Por aquello de "la unión hace la fuerza", el punte– ro salta al agua y arrima el hombro. El granito de arena ayuda a la roca; la canoa se mueve, el viaje continúa. A las 18 horas nos encontramos hablando con la familia Torres. Quedamos en reunirnos al día siguiente, domingo, para celebrar la Misa en casa de Pedro Vázquez. La acogida en esta primera "fonda" es fantástica. Sólo los perros, en completo desacuerdo con "el mejor amigo del hombre, el perro" nos ladran, enseñan los dientes e incluso llegan a morder, suavemente, al puntero. Evidentemente nuestra presencia les desagrada. Después de cenar estupendamente, don Pedro nos cuenta gran cantidad de anécdotas; es un archivo vivo y chispeante de historia. Nos narra el terror apocalíptico del último día del siglo XIX en 225

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