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tienen éste y muchos problemas más. Su vida gira alrededor del crédito. Como el Sr. Chávez les abastece de víveres, su Sra. comenta– ba que: "los militares son como la Virgen, limpios y puros antes y después". Ellos sin dinero antes y después del cambio; a veces los mandan a otro destacamento o afuera y no abonan las cuentas a su marido. Luego del almuerzo nos despedimos de la familia Chávez, y como habíamos estado con las familias del lugar, ya no paramos en sus casas al regreso. Llegamos a casa de Leonardo Salazar, y allí estaba su madre, Isolina. Conversamos y le encargamos dijese a su hijo que nos venda su obra de arte incaica que ellos encontraron en su chacra de maíz; es una vasija de barro muy original. Nos encargaron un pasajero más: una charapa para que se sirva en Florencia la mamá Carmela, madrina de su hijo Miguel. Para la Hna. Hilary, unos huevitos de charapa saladitos. Al preguntarnos lsolina por ella, le dijimos: "Irqui causan" (flaca está). Ella dijo: "Pogre ". En una de esas islas encontramos a Cesáreo Piaguaje y su familia, junto con otros dos cushmas de Shushufindi que estaban de paseo. Hab ían cazado un sajino. Partirnos hacia la casa de otros dos cushmas vecinos en el Cañón de los Negros. Estaban descansando en domingo, día del Señor; tenían el Nuevo Testamento a la vista. Además del matrimonio Lucitande, estaban Matilde y su hijo Elías. Los protes– tantes les atienden, preparan a los líderes en Limoncocha. En caso de enfermedad y sacarlos fuera, cada uno tendrá que ahorrar su cuenta propia. Elías dijo haber pagado 5.000 sucres por la operación de su madre en el Voz Andes de Quito. Hicimos noche en casa de Cecilia de Vázquez. Seguía sola con sus tres niños. Hacia las 8 llegó un lanchón de la Compañía, y el motoris– ta entró a proveerse de huevos; ellos dormían en la misma embar– ,·aciún. Pedro Vázquez llegó al otro día en su quilla, y así el matri– monio nos despidió de su puerto hacia las 8,30 a.m. Paramos en una isla a charapear. El doctor tuvo suerte y en tres sitios encontramos huevos, que nos sirvieron de presente a los milita– res de Zancudo. A este destacamento llegarnos hacia las 11 y el sub– oficial Sánchez había enviado ya a dos soldados con la canoa hacia la laguna. Nos dejó al soldado Aguinda como acompañante, y fuimos por la pica. Tardamos una hora en llegar ahí. A la orilla de la laguna hicimos almuerzo campestre y bogamos una hora en el agua, cono– ciendo otra de las bellezas naturales del Oriente. 214 '

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