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Por la tarde, en casa de Rogelio Tangoy, ellos ausentes, sólo esta– ban los gemelitos Dea de Florencia y su madre viuda, más un cuñado de su hija Ana. A la vuelta los veremos. Hacia las 3,30 en casa de Marcos Tangoy. Tienen una casa grande, preciosa, y unas hijas guapas y robustas, solteras, así como también su hermano, hombre fuerte. Ayudó al P. Amunárriz al cambio del bidón de gasolina, que trajo el sr. Chávez hasta allí. Este es nuestro problema actual: la aguja parece ser que no está bien regulada y la gasolina se va como agua. ¿cómo llegaremos así al Cuyabeno? En el hogar de mi compadre Camilo Tangoy nos recibieron muy bien. La casa está un poco viejita, pues contruirá otra en el nuevo año; pero eso sí, nos trataron con cariño. Se reunieron allí las tres familias: Tangoy, Grefa y Licui, y se celebró la misa que participa– mos todos, animados por los villancicos populares de "Dulce Jesús mío", "Vamos a buscar dónde nace el Niño", con la música de los sanjuanitos. Sabrosa yuca calentita con un par de huevos que nos recomenda- ' ron comerlo antes de que se enfríe, fue una segunda comida. Según el P. Amunárriz "se faltó al ayuno, pero se ganó en caridad". Cómo despreciarlos en su hospitalidad. De seguido, la despedida en el río Aguarico con todos. A los tres amos, su paquete de cigarrillos; a mi ahijada, su pequeño aguinaldo, y unas pelotitas a los otros niños. Para aliviar los dolores, unas medicinas. Bueno, luego de un "sama– shun", de recto a Zancudo, donde hicimos noche. El suboficial Sánchez y su Sra. nos ofrecieron huevos fritos y arroz, otra comida, y a la cama, pues "el diésel es oro en polvo": cuatro meses que los militares de Tiputini no les abastecen; lo poco que les sirve para dar la luz, les dejaron de la compañía petrolera. El doctor durmió en el caserón con los militares, nosotras en el casino, pues la villa que en el viaje anterior en 1969 compartimos con Hipoly Eceiza, la ocupaba ahora el matrimonio Sánchez. Tuvieron dos serenatas: la nuestra, de Miche (Mercedes Cumbal) y yo de villancicos, gozando del fresco de la noche en plena colina y a la luz de las estrellas, lástima no hubo luna; y la otra, los ánimos calientes de un militar que se pasó de tragos. Día 18. Se dio la misa. Militares y sus familias cantaron con nosotros. Buena y práctica homilía del P. Amunárriz: La soledad, la convivencia, la escasez de alimentos, de compañía, los hace vivir duramente y entre contratiempos viven su vida aquí. Se desahogan y alegran de vernos. 212

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