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Suelen tomar el Yagé, alucinógeno que les permite tener visiones de otros mundos y entrar en comunicación con Chiga, Dios. Son monógamos; el matrimonio es concertado por los padres una vez los hijos llegan a la mayoría de edad. Los años de vida se cuentan por lunas. El Cofán es altivo e independiente, no acepta un contacto perma– nente del blanco en sus poblados; si son molestados por éste, abando– nan sus casas y se establecen en otros lugares lejos de aquél. Con estas tribus pensábamos establecer contacto muy pronto. Una vez todo organizado salimos de Coca, en avión, hacia Santa Cecilia, pequeño poblado en el río Aguarico. En este lugar tomaría– mos una canoa que nos llevaría hacia los Cofanes del río Dureno. Componíamos la expedición el misionero capuchino Padre José Mar– tín Irure, el Padre Juan Luis Aristondo, una enfermera, una mucha– cha indígena ayudante de ésta y yo. A Santa Cecilia llegamos en un día espléndido. Al poco de nues– tra llegada vino, con la intención de que le fuer~bautizado un hijo , el Curaca de los Cofanes del río Duveno. En su mal castellano exigió que la ceremonia fuera realizada al momento, lo que se hizo para no contrariarle. Yo fui el padrino o como ellos llaman en su lengua el UPISEKITZJC Por este padrinazgo el Curaca nos recomendó a su hermano, Curaca de la tribu Cofán del río Dureno. Al amanecer del día siguiente salimos en canoa hacia el Dureno. A las dos horas pasábamos cerca de la quebrada de Teteye, donde empieza la tierra de las feroces tribus Tetetes. Por lo que se sabe de ellos son de regular estatura y algunos hasta completamente blancos. Así, bajo un cielo azul y bajo un sol abrasador, llegamos dos horas más tarde al río Dureno. Atracamos nuestra canoa junto a una pequeña playa próxima al poblado. El Curaca, rodeado de hombres y mujeres ·de la tribu, nos contemplaba desde una pequeña altura. Nos acercamos a él. -Case-té, mingai-kajé (Buenos días, cómo estáis)- nos dijo. -Jiila-ké ñutsi-yí (Bien, estamos bien, ¿y tú?). -Mane kí-jí (De dónde venís)- nos preguntó de nuevo. -Santa Cecilia- le contestamos. El que llevó la voz cantante fue el Padre José Martín. El Curaca principalmente se dirigía a él. 208 -Kié ungüeséc ini se kí (Cómo te llamas)- preguntó el Curaca. El Padre dijo su nombre, y a continuación el Curaca dijo :

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