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Fernando Payaguaje, el hechicero de San Pablo de Kantesiayá, puede contar hoy todavía la historia de su familia en una hacienda, más agrícola que cauchera, situada poco más abajo de la bocana del Aguarico; su amo era el español Paco Carmona. Estos Secoyas proce– dían del río Huajoya ; en la hacienda de Carmona se juntaron con Angoteros llegados del Yubineto y otros del Campuya. Los indios vivían bajo el sistema de servidumbre, aunque en este caso recuerdan con agrado el trato del español. La muerte del patrón, el 5 de marzo de 1929, la consigna en su Diario el P. Hieroteo Balbuena, carmelita, que junto con un compañero se disponía a una gira misionera hasta ei Alto Aguarico ; al día siguiente anota en el sitio de Pantoja: "Se hizo el funeral. Por la tarde recibimos la visita de 20 indios Secoyas de la zona del Perú" (13). A patrón muerto, patrón puesto: Su nom– bre, Mauricio Leví, ya no trae tan buenos ecos a 1á memoria de los Secoyas que, a partir de entonces, vivieron descontentos con él. Aprovechando una visita de sus parientes Sionas del Cuyabeno y atemorizados con los tiroteos fronterizos del conflicto del 41, la mayoría aprovecha para pasarse al lado ecuatoriano; el resto conti– nuó trabajando con Mauricio Leví hasta la muerte de éste, en 1949. A estas alturas podemos enlazar con el inicio de este capítulo. El río Aguarico ya no era tierra de Encabellados o Piojés, sino lugar de conquista para colonos intrépidos, que pronto pasaron a imponer su ley. A los indios del área, incluyendo entre ellos a los Cofanes del Alto Aguarico, les llamaban Cushmas por el vestido que usaban. Co– mo dije más arriba. antes del conflicto fronterizo no fueron pocas las haciendas en el río Aguarico y como los indios naturales de allí eran pocos y poco dados a contratarse como peones, pues sólo la huida les había librado en parte del concertaje, algunos patronos continuaron con una práctica que no cesa en la amazonía desde el tiempo de la conquis_ta: los traslados. Así , encontramos a indios Quijos "a la orilla del Aguarico donde trabajan en las haciendas de sus patrones" (14). Hoy todavía continúan algunos de sus 'descendientes. Entretanto. parece que los misioneros han perdido en los dos últimos siglos no solamente la iniciativa en el trato con los indígenas, sino incluso la mera posibilidad de hacerse presentes con alguna frecuencia entre ellos. Desde la expulsión de los jesuitas, tuvjeron que pasar muchos años hasta la siguiente expedición misional. Se tra– ta ahora de los misioneros josefinos. a quienes la Santa Sede había ofrecido en 1921 el Vicariato Apostólico del Napo , con una exten– sión de 70000 kri12. Al año siguiente llegan a Ecuador los dos prime- 18

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