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Ya no podíamos movemos de aquel agujero de vegetación, por miedo a no estar allí cuando llegara el helicóptero. La madre selva sentía piedad de nosotros, a pesar de todo. Ningún aguacero caló nuestras ropas y cuerpos. Y pasaron el tercer día y la cuarta noche. Sin atinar a dar con la razón de la ausencia del helicóptero que nos sacara. La única novedad era escuchar por radio, a la una de la tarde, a nuestros compañeros misioneros. Las provisiones se terminaron al segundo día. La quebra– da, a diez minutos de camino, nos ofrecía sus aguas encenagadas que las bebíamos con fruición. José Manuel, de constitución débil, mataba el hambre con ciga– rrillos. Y yo también tuve que claudicar al primer cigarrillo de mi vida. En medio de la selva, sin saber cuándo vendrían a sacamos, sin alimentos, agobiados por el calor, acometidos por millones de mosquitos, nada nos. hacía temer de la buena gente que habíamos conocido. Y tampoco podíamos visitarlos, por no perder la oportu– nidad de la llegada imprevista del helicóptero. Eso sí, hecho compañero de nuestra soledad y "pan" de nuestra debilidad, cada tarde el Señor se hacía presente en la celebración, gozosa y dolorida, de la Eucaristía. Las fuerzas desaparecían y la debilidad quería apoderarse de nosotros. Más, de José Manuel que había soportado una larga y dura temporada en su curso de pilotaje. Su constitución física se resentía visiblemente. Había que decidir. No podemos quedamos aquí esperando que nos saquen. No sabemos cuándo vendrán. No tenemos alimentos. No queremos ir a los teetetes por esperar la salida repentina. ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿seguimos la trocha que la compañía abrió y abandonó? ¿Hasta dónde irá? ¿Hacia el Aguarico o hacia el San Miguel? Si vamos hacia el este, ¿}legaremos al río San Miguel? Y, si llegamos, ¿cómo bajaremos por el río? Al fin, tomamos una determinación. Iríamos caminando siguien– do la trocha abierta. En cada helipuerto dejaríamos, clavado en un palo, un papel con estas palabras: "Vamos caminando por la trocha hacia el río San Miguel. Búsquennos en el siguiente helipuerto. Deja– remos un papel como éste, indicando nuestro paso". Con esta decisión y con las últimas oraciones nos acostamos la última noche (¿}a última?) y la quinta. Y con las primeras luces nos echamos a andar en busca de la trocha, llevando con nosotros solamente la hamaca y unos zapatos 196

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