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otras reducciones huyeron asimismo. Con todo, los jesuitas intenta– ron de nuevo persuadirles y por breve tiempo lo lograron. Así llegamos a 1766, cuando los jesuítas son expulsados de la amazon ía; la región de los ríos Aguarico y Napo se reserva para los clérigos de Quito. Tal medida resultó un fracaso apostólico. Ya diji– mos de la decadencia fulminante de las reducciones; aunque en 1779 se encarga la región a los franciscanos, las misiones quedaron en franco desamparo. C) Piojés - Cushmas, siglos XIX - XX. Las tierras ocupadas por los Encabellados en el momento del choque europeo, estaban situadas entre 1 grado norte y 5 grados sur, entre los 73 y 77 grados oeste, en las zonas de los ríos Putumayo, Aguarico y Napo. Hoy en día esas tierras pertenecen a tres naciones: Ecuador, Colombia y Perú. En total se trataba de un área de unos 82000 km2, con una población que algunos calculan en unos 16000 habitantes. Proporcionalmente, esa densidad poblacional daría, en el área correspondiente a nuestra misión actual, unos 3000 pobladores (11 ). Desde finales del XVIII, muchas parcialidades retornan a su vida libre, aunque muy mermadas demográficamente a consecuencias de las muertes durante la conquista y reducción y, sobre todo, de las epidemias traídas en los primeros contactos. Hubo poca actividad misionera a Jo largo del siglo XIX y las únicas fuentes históricas son los relatos de los viajeros ocasionales. Tampoco poseemos cifras exac– tas de la disminución demográfica entre estos indígenas; el territorio se mantiene prácticamente el mismo. Pero el nombre con el que los viajeros les conocen ha cambiado: ahora les llaman preferentemente Piojés. Los jesuitas, a partir de 1869, reanudan por un tiempo sus misio– nes, aunque concentrándose más en la región de los Quijos; sus visitas al área que nos ocupa son escasas. En cambio, aparecen con fuerza progresiva en la región unos personajes que tendrán su importancia enseguida: los comerciantes. Llegan ofreciendo a Jos indígenas. algu– nos productos de hierro, ropa y otras manufacturas, a algunas de las cuales se habían acostumbrado en las reducciones. Los misioneros tuvieron repetidos conflictos con esta nueva especie de encomende– ros, llamados comerciantes, cuyos intereses procuraban el sometí- 16
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