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brada Santa María sobre la ribera izquierda del Napo, pero el encuen– tro no fue pacífico y, mientras Texeira llegaba a Quito, su lugarte– niente "disciplinaba" a los naturales a sangre y fuego . En 1654, el P. Raimundo de Sta. Cruz quiso llegar a Quito desde el Amazonas; llegado a la nación de los Encabellados, envió a cinco jíbaros que con él viajaban a tierra, por ver de asegurar el rumbo. mas los Encabellados dieron muerte y descabezaron con hachas de piedra a 4 de ellos. El superviviente pudo advertir a la expedición . A finales de ese siglo los jesuítas obtuvieron por Real Cédula la exclusividad de misionar en el Aguarico y el Napo, quedando en el Putumayo los franciscanos. Los dos primeros tercios del siglo XVIII marcan el apogeo de sus misiones por el método de reducciones, que llegaron ál menos al número de 17 sólo entre los Encabellados. Estu– vieron situadas a lo largo de los ríos Aguarico, Cuyabeno, Napo, Tiputini y Santa María (Huajoya en su idioma -río de guerra-) (9 ). Forzados los jesuítas por las dos condiciones, escaso número de misioneros y enormes distancias habitadas pOI los indios, trataron de reunir a los numerosos grupos de los espacios interfluviales en las misiones ribereñas para facilitar su catequización . Leyendo sus Crónicas, nadie que conozca el medio amazónico pondrá en duda la tenacidad y temple que sin duda derrocharon en sus afanes apostó– licos; tampoco podrá dudarse de calificar de fracaso el punto final de sus gestiones. Para 176"9 sólo quedaban dos misiones de Enca– bellados (1 0). No se trata ahora de pormenorizar las causas por las que las cita– das reducciones estuvieron caracterizadas por la inestabilidad. Baste recordar que la nación Encabellada era un conglomerado de pueblos y clanes distintos, con una tradición de vida y residencia indepen– dientes. Cada grupo tenía asimismo su jefe o hechicero, tan difícil de reducir como el propio territorio. Si a esto ·(e unimos otro factor decisivo, el contagio en las reducciones de males hasta entonces des– conocidos para ellos y su creenCia de causalidad entre hechicería - en– fermedad , tendremos una abierta explicación para las huidas o re– montes constantes. Se trataba de un proyecto ajeno a sus creencias y formas culturales, · tanto más opresivo cuanto más se lo unió a la disciplina o a la acción del brazo armado. En el mes de enero de 1744 el Cacique Curazaba dirigi(i el asesi– nato del P. Francisco Real, en la misión de S. Miguel; tras consumar– lo, quemaron la misión y se internaron en su selva. Al conocerse la noticia y temerosos de las consabidas represalias, Encabellados de 15

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