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Poco después amarrábamos la canoa en el muelle y saludarnos al Capitán, a su señora y a sus tres pequeños. Como si hubiéramos sido viejos amigos nos brindaron su confianza, nos invitaron a subir a su casa, pintada de azul claro y rodeada de jardines lindamente cuida– dos, donde gozamos de un buen refresco, de una brisa confortante y de un bello paisaje. Visto desde lejos, el río se asemejaba a un lago, cuyas tranquilas aguas retrataban las nubes rojas del ocaso y la fronda verde de los árboles gigantes. Todo era silencio entre dos luces; sólo, de muy lejos, llegaban los acordes de la música de las radios y el griterío de los niños que juegan. EL HOMBRE PROPONE Y DIOS DISPONE Salimos de Nuevo Rocafuerte plenamente convencidos de que nuestra gira se prolongaría hasta Año Nuevo. No podíamos precisar si la fiesta de Nochebuena la celebraríamos entre las músicas y alegrías de un cuartel o en la impresionante soledad de una casa india. Sea lo que fuere, nuestra Navidad tendría sabor de sencillez y de pobreza eminentemente franciscanas, pero sin el misterio de Belén a la vista, sin dulces y sin villancicos. Nochebuena y Navidad misioneras, acompañadas de dulces nostalgias y de recuerdos preté– ritos. Pero el hombre propone y Dios dispone. El día 23 hube de celebrar sin acólito : Al Confiteor Deo, sin previo aviso, se marchó fray Pastor dejándome solo en el altar. Tampoco aparecía el moto– rista. Parece que ambos se han puesto de acuerdo. No bien terminada la Misa, bajé a la habitación donde estábamos alojados. El motorista yacía en el suelo y temblaba sacudido por fuertes escalofríos. "Buenos días ; ¿qué te pasa?". "No sé - me con– testó, al mismo tiempo que se envolvía entre los pliegues de la manta-; pero me siento muy mal, tengo mareos y me duele todo el cuerpo" . El estado de fray Pastor, inconsciente, era alarmante: su frente quemaba, el termómetro marcaba 41 de temperatura. No era necesario el médico para diagnosticar la enfermedad de los pacientes : Se trataba de un ataque de paludismo. Inmediatamente hablé con el Sr. Capitán que, muy atento, puso a mi disposición al enfermero de la unidad y todas las medicinas que tenían en el pequeño botiquín. Administramos a los dos enfermos quinina en pastillas y en inyeccio– nes, y entretanto esperábamos la reacción preparé algunos bautismos y confirmaciones. 123

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