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dimos el viaje de regreso. Los indios, erguidos como estatuas en el embarcadero, nos acompañaron hasta que nos perdimos en un recodo del río. Con esa veleidad propia del trópico, de repente se ciernen sobre nuestras cabezas densas nubes de tormenta, t:omo queriendo hacer resaltar más el prodigio sobrenatural que se va a realizar a la orilla del río, en donde encontramos al único niño que quedaba por bautizar y confirmar. ¿Padrinos? Mis dos acompañantes. Entretanto me revisto de los ornamentos sagrados, el cielo se ilumina de bellísimos y des– lumbradores relámpagos. El arco iris estrecha entre sus policromados brazos el mar inmenso de la selva que nos rodea por todas partes. Diríase que san Miguel nos saluda con la bíblica bandera de la paz, y que, debajo del Arcángel, forcejea Luzbel resistiéndose a abandonar su presa. Las aves cantan, la selva les acompaña redoblando el rumor de sus hojas y se inclina reverente al ¿Qué pides a la Iglesia de Dios? . Los cielos se rasgan y del trono del Eterno desciende el Espíritu Santo para morar en un alma salvaje, a quien la gracia transforma en hijo de Dios y la hace heredera del Reino de los Cielos. Impresionan– te y sublime ceremonia selvática y misionera a la vez. Nos vamos porque pronto comenzaría a llover. A lo lejos se oía el ruido seco del aguacero que bombardea la selva con millones de gotas. Por más que tomamos todas las precauciones no pudimos evi– tar los fuertes ramalazos del agua que sacude contra nosotros el látigo del viento. MIORACION Se para el motor y la canoa encalló en el barro de la orilla. Fue providencial que se apagara el motor porque de lo contrario el golpe nos hubiera lanzado selva adentro con el consiguiente golpe y las punzadas de los muchos espinos que había dentro de la maleza. Tiritando de frío y calados hasta los huesos, llegamos a media tarde a la vivienda del Sr. Tangoy, para cumplir lo que le prometimos al pasar. Hubo tiempo para completar el trabajo del día más lleno en el apostolado de toda la gira, preparando todo lo necesario para un matrimonio y varios bautizos que había que hacer al día siguiente. En el rezo e instrucción catequística de la noche se reunieron 80 per– sonas mayores, 8 de ellas colombianas de nacionalidad. Antes de 120

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