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OPERACION DE TOCADOR "¿cómo estando y pasando el día? aú bañando como mí?". Así me saluda Cecilio, amo de la casa, al volver del trabajo y mientras se prepara para el baño. ·contesté a su saludo sin desatender a las tres niñas mayorcitas que habían acudido al catecismo. "A ver, niñas, ¿quién creando cielo, tierra, animales y hombre?" -pregunté. No sé si porque no enten– dían mi pregunta o porque preparaban la respuesta, lo cierto es que la esposa de Cccilio que, machete en mano, descuartizaba una cha– rapa (tortuga), contestó desde la cocina: "Niño Jesús". "Mamá María, mamá María creando cielo" -gritó Cecilio desde la orilla del río en el momento que se arrojaba al agua. Poco después, fresco ya y descansado, Cecilio muestra en sus manos un gran tazón de chicha, y mirando a su esposa le dice: "Ahora sí, los dos: Por la señal de la santa cruz", mientras se esfuerza por hacer la cruz en su frente. Habrían pasado dos minutos cuando lo vi sentado a mi derecha. Llevaba un morral de cuero de tigre en sus manos. Sin disculpas ni sonrojo lo abre y se dispone a sacar todo lo que necesita para arreglar su cuerpo y su cara. Coloca delante un espejo pequeño, enmarcado en cuatro tablas rústicamente labradas; con la ayuda de dos cuerdas de vegetal, bien retorcidas, depila su cara, sus cejas y sus párpados. Sacó después un estuche de plumas que contenía vaselina compuesta con achiote y con manteca. Con ella se embadurnó la cara, el cuello, los brazos y las piernas. Luego con polvo finísimo de rojo vivo pintó los labios y trazó varios jeroglí~ ficos en su rostro. Ató en la muñeca y sobre el codo y en las pantorri– llas unos haces de hojas perfumadas para ahuyentar a los mosquitos. Ciñó sus sienes con una corona hecha de plumas de colores, y para terminar cruzó su pecho y espalda con un gran collar de abalorios. Con aire de satisfaccion y de suficiencia me dijo: "Padrecito, yo haciendo tvdo. ¿Está bonito? ¿A ti gustando?". El indio no cabía en sí cuando oyó mi parecer, que, como es natural, fue de aprobación. FINAL CONSOLADOR Al fin sucedió lo que yo me temía. Todos los días y en todos los actos que reunía a la gente insinué la necesidad de preparar los padrinos para los bautizos y confirmaciones. Había un buen número 118

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