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No sé por qué, a las dos de la mañana me ocurrió enfocar la lám– para hacia el tejado. No sé si fue casualidad o inspiración pero el hecho es que sorprendí, encima de mi cama, una enorme araña. Su aspecto era horrible, su tamaño como media mano humana, sus patas peludas con reflejos azules. Parte por curiosidad y, sobre todo, por ponerme en guardia contra sus posibles picaduras, seguí sus movi– mientos hasta que se perdió en el agujero de una caña donde había puesto su nido. Ya no pude dormir, y me levanté para preparar el altar, no sin antes acercarme a la cueva de la araña para darle los buenos días con un machetazo que la partió en dos. EXPECTACION EN LOS VISITANTES Y EN LOS VISITADOS No hubo necesidad de esperar; la gente, levantada desde la ma– drugada por limpiar sus cuerpos con el brebaje preparado el día anterior, se congregó muy pronto para oír la santa Misa. Los varones lucían un camisón de colores de mangas cortas, que les cubría todo el cuerpo hasta las rodillas. Las mujeres vestían sen– cillas batas de algodón. Todos, hasta los niños de pecho, tenían la cara, los brazos y las piernas pintados con cruces, con puntos de pinturas encarnadas y moradas; algunos trazaron por sus caras figuras geométricas, circunferencias, ángulos y otras similares. Al estilo de los Cushmas y de indios de otras regiones del Ecuador lucían decenas de sartas de mullos (collares) alrededor del cuello. Los menos habían colocado plumas largas de colores en anillos con los que ceñían sus cabezas a manera de sombreros. Por pecho y espalda, sólo los hombres, cruzaban un collar de huesos de aves, de monos y de cuentas de colores. Lo que más llama la atención son las grandes manchas blancas en las manos y pies de muchos de los presentes, anormalidad que se debe a un hongo que destruye el pigmento. La afección, que se conoce con la denominación CARATE, da un aspecto desagradable, aunque los pacientes no se preocupan ni hacen nada por curarse. Las frases y palabras sueltas que se oían durante el santo Sacrifi– cio eran altamente significativas, porque reflejaban las impresiones que producían en el ánimo de los Cushmas las oraciones, los movi– mientos y ceremonias de la Misa. Acabada la santa Misa, mi curiosidad encontró pronto a uno de los presentes que chapurreaba el castellano. 116

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