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Sólo después de acomodar las camas y el poco equipaje que llevábamos fray Pastor cortó leña y preparó la candela para calentar las sobras que habían quedado a mediodía. El cansancio de un día de viaje incómodo impuso silencio. Sin embargo, pasan las horas sin lograr conciliar el sueño. No había más remedio que resignarse a velar toda la noche o despertar al culpable de mis insomnios. ¿Qué hacer para acallar los cavernosos ronquidos de fray Pastor? Si él no era el culpable, yo tampoco me resignaba a no dormir. Una idea genial cruzó por mi mente e inmediatamente la puse en práctica. Fray Pastor, al acostarse, echó al río un anzuelo, persuadido de que pescaría alguno de los pececillos que se burlaban de nosotros jugueteando sobre la superficie de las aguas. Desperté al Hermano y le pregunté : " ¿Qué ruido es ése?" . "¿Cuál?" -contestó, al mismo tiempo que, medio dormido, corrió en dirección del palo donde había asegurado la cuerda del anzuelo. Volvió desilusionado, pero convencido de que mi alarma era racional y justa. "El bagre (pez) -dijo- dejó el anzuelo limpio y se ha comido el cebo". Logré dormir algunas horas a pesar de las incomodidades del hotel. LA ULTIMA ETAPA Desayunamos sin grandes prisas ; embarcamos entre todos, como de costumbre, el bagaje, y nos lanzamos al agua con la esperanza de llegar aquel día a la tribu de los Cushmas. En ambas márgenes menudeaban playas formadas de arena reseca por el calor del verano, donde abundaban los huevos exquisi– tos de charapa (tortugas), golosamente buscados por los indios, y en esta ocasión por mis acompañantes, que lograron reunir entre los dos más de mil. A las nueve atracamos, por unos momentos, en Puerto Montúfar, destacamento militar que guarda la pica o trocha de Puerto Riera. Sólo nos detuvimos el tiempo necesario para visar nuestros pasapor– tes. Prometimos casar, bautizar y confirmar al regreso a la hija y nietos del indígena Marcos Tangoy, hermano de Arsenio, que vive a unos dos kilómetros del destacamento. 110