BCCCAP00000000000000000000259

Por eso aceptamos, sin titubeos, el ofrecimiento de la casa que nos hacía el indígena Arsenio Tangoy. Su casa era apenas una plataforma sin paredes, a metro y medio del suelo, encima de una chanchera. Tangoy y su esposa no pudieron disimular su alegría cuando llegó la hora de rezar el Rosario. "Padrecito --me dijeron-, haznos rezar a nosotros y a nuestros guaguas (niños) para que Taita (Padre) Diosi– to nos bendiga y nos dé platanito, yuquita y algún animalito -de monte para comer. Todos mis hijitos, menos uno, están bautizados; ¿mañana lo bautizarás?" . J'.ntes de acostarnos preparamos con unos palos la mesa altar para el día siguiente, y nos acostamos en el suelo, formando filas de bultos blancos, que muy pronto dejaron de moverse. Sería la media noche cuando me desperté, porque comenzó a temblar la plataforma. No se trataba de un sismo natural, sino artifi– cial, causado por los puercos que dormían debajo de la casa y de vez en cuando rascaban sus lomos contra la viga principal. Por si esto era poco, muy cerca de nosotros silbaban los pájaros nocturnos, croaban feamente los sapos en las charcas, gritaban los monos, chirriaban los grillos, y para colmo de desdichas, a este con– cierto bestial, se unía el lloriqueo de un niño desvelado. A las seis me incorporé, sin poder conciliar el sueño, por causa de los puercos que pedían comida con sus desentonados gruñidos y por el ladrido de los perros que ladraban alocados a la luna. Ya me disponía a celebrar cuando se me acercó Arsenio y me dijo: "Padre– cito, ¿quieres bautizar a mi hijo tierno?". "Con mucho gusto -le contesté-, pero después de la santa Misa". "No, Padrecito -replicó-, aquí no; en la casa de mi compadrito, que vive arriba, en Cuchi Isla. Iré con la familia llevando el guagua. Allí yo también estoy de padrino para un matrimonio; a mí me casó el Padre Angel , ya hace muchos años" . Nada hubo que objetar; la proposición que me hacía era lógica y muy racional. Me despedí del matrimonio con un "hasta luego", y ellos me contestaron con su acostumbrado "bueno, Padrecito". PREPARANDO LA FIESTA Bajamos a todo motor hasta el rancho donde vivía el compadre de Arsenio. No encontramos a nadie. En el suelo, levantado sobre estacas para salvarlos de los bichos y animales domésticos, había un 106

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz