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III Siendo ésta la primera vez que sale a luz una antología de canciones populares vascas de Navarra, es de esperar que el público le otorgue, no ya indul– gencia, sino favorable acogida. No se fije el lector en omisiones o defectos, sino en la belleza de cada una de las canciones y en la variedad del conjunto. Ni le vaya a retraer de la lectura la novedad de insólitas variedades dialectales. Del esfuerzo que hi– ciere en superar dificultades, se verá largamente com– pensado con el deleite de ampliar conocimientos idio– máticos y de gustar en el original la soberana belleza de la poesía popular. Me refiero especialmente a la de Ultrapuertos, que sufre sin desventaja la compa– ración con la de cualquier otro pueblo. El orden de las canciones no obedece a norma es– tablecida de antemano, sino al deseo de distribuir de manera cómoda el material por las páginas del libro. Una vez adquirida cierta familiaridad con el conte– nido, el índice alfabético ayudará a hallar la canción que se desea. Las melodías se han tornado de los lugares indi– cados en las notas sin alteración de ningún género. Al señalarles Tempo, no habiendo indicación del folklorista, he puesto en práctica la observación del P. DoNOSTIA, expresada en el «Congreso de Estudios Vascos» de Vergara (1930): «Corno la melodía grego– riana, la vasca es de un andarnento tranquilo. Excep– ción hecha de las melodías de baile, las nuestras no conocen, por lo general, un ritmo vivo. Casi siempre tornan por tipo el Andante». Cuanto a la versión castellana de los textos vascos, he tratado de lleva.rla por un término medio entre lite- XXV

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