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cen con la naturaleza silábica de la canción vasca. Mayores dificultades, a mi juicio, que la h encierra la j, con la variedad de fonemas que representa. Así la palabra jakin, saber, la pronuncian de distinta ma– nera el guipuzcoano, el labortano, el suletino, el ron– calés y el vizcaíno. Demasiados fonemas distintos para un solo signo gráfico. Estas cuestiones, antes que en el terreno de la grafía, se han de ventilar en el de la fonética, de la que aquella es sierva. En la anto– logía hemos reemplazado la j por la y en Labortano y Baztanés (y en alguna otra variedad dialectal na– varra), respetándola en los demás casos. Si la pluralidad dialectal crea dificultades al lec– tor, no menos las crea al compilador la métrica de– fectuosa de los versos populares. El koplari o cantor, a quien, como arriba dije, no interesa mayormente la música, sino la letra, sabe siempre hallar medio de quedar airoso. Alarga o repite aquí notas, cuando el verso es largo; las suprime allí, cuando el verso es corto. No suelen ofrecer dificultad las canciones de danza, cuyo ritmo preciso requiere ajuste métrico perfecto. Tampoco es difícil salir del paso en cancio– nes de una sola estrofa. Pero ¿qué hacer en las na– rrativas, humorísticas o líricas, de estrofas múltiples e irregulares? He aquí el camino a seguir en tales casos, siempre que se disponga de unas cuantas versiones del texto. Tomando una de ellas por base, la que pareciere más acabada, se acude a las otras en busca de variantes con que remediar las irregularidades de aquella, has– ta dejarla perfecta en metro y rima. Convendrá que las versiones utilizadas sean de la zona lingüística en que florece la canción. La versión ecléctica así lo– grada tendrá la gran ventaja de ser cantable, sin me– noscabo de su autenticidad popular. XXIV

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