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meridional de la Península. Es frecuente, ·Y en ocasio– nes muy bello, el adorno de las canciones españolas, con melismas o grupetos que envuelven graciosamen– te el esqueleto melódico. Y no sólo sucede esto en Andalucía, sino también en otras regiones de España, como Asturias. El cantor vasco ignora tales adornos. Canta silábicamente, es decir, aplicando una sílaba a cada nota. Para el cantor vasco la melodía es el molde en que ha de vaciar el verso, sílaba por sílaba, cuidando de colocar bien los acentos principales.. Lo interesante es contar algo: contar cantando». Cierta tradición nos hizo creer que la verdadera música vasca era la compuesta de mediados a fines del siglo pasado. Música de inspiración italiana, ale– jada de la fuente genuina popular y destinada a un público aburguesado, que ignoraba la existencia de la canción tradicional del pueblo. Esta, la auténtica, ha vivido siempre en las alturas, en caseríos y alde– huelas, apartada de las grandes rutas turísticas. Allí vive todavía, informando la vida social vasca. Y allí fueron nuestros folkloristas a salvarla del olvido. «Los que nos hemos dedicado, dice AzKUE, a la ímproba labor de recoger inspiraciones líricas, poé– tico-musicales, hemos visto que más que a una deca– dencia asistíamos a un ocaso. Cincuenta años más sin esta labor, nos habrían envuelto en una tenebrosa noche, sin más estrellas que las tres o cuatro docenas de canciones hasta ahora publicadas. [. .... . l. Entre mi caro amigo y hábil colega Fr. José Antonio !P. Do– NOSTIA) y el que tiene el honor de dirigiros la palabra (habla el mismo AzKUE), hemos presentado a concur– so más de 2.400 melodías, sin contar las varíantes, habiéndoseme asegurado que son pocas las canciones de una colección repetidas en la otra. ¿Cuál hubiera sido el resultado, si esta labor se hubiera llevado a XVIII

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