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CARTA 19 MAL Y REPOSO DEL CORAZON Carísimo en Cristo: Le daba a usted, en mi última carta, algunas normas para que supiera aprovecharse de los nobles impulsos de su buen corazón. Mas no quiero, de ninguna manera, que si tiene alguna debi– lidad en la vida dé, como hacen muchos, la excusa de que ha sido su gran corazón lo que les ha hecho tro· pezar. La grandeza del corazón no debe medirse por los grandes tropiezos, sino por las grandes obras o empre– sas. Gran corazón es el de los santos, y se valieron d~ él, no para pecar, sino para sacrificarse en servicio de Dios y del prójimo. No, mi querido amigo, no sea usted de los que dicen tener gran - corazón porque, careciendo cte fuerza para dominar sus desordenados impulsos, se dejan arras– trar por los encantos del vicio. Al ir por su camino, viendo cualquier flor, se enamoran de ella, la echan la mano y se quedan contemplando su matiz y aspirando su perfume. Mas, esfumado ese placer efímero, viene el amargor del desengaño. las punzadas del remordi– miento. Para una gran mayoría de los hombres, el corazón -96-

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