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CARTA 18 EL MOTOR DE LA VIDA Carísimo en Cristo: Me escribe usted, en su última carta, una frase que repiten muchos hombres como jus– tificación y paliativo de sus defectos: «A pesar de mis debilidades-me dice usted-, tengo buen corazón.» Tener buen corazón, convengo que es una cualidad excelente. 1!;1 corazón es la energía interior que da impulso a toda la actividad humana, pues por corazón entendemos el conjunto de las afecciones del alma, la sensibilidad de todo nuestro ser, el centro de nues– tros amores, :.tfectos y deseos. ·Pero esta fuerza interna es una potencia ciega que necesita dirección ; de lo contrario, puede ser origen de numerosos tumbos en la vida. Es como el vapor de la locomotora. Esta necesita siempre un maquinista que la guíe, pues, sin dirección alguna, la máquina estalla o descarrila, y es segura la catástrofe. El corazón ha de ser gobernado por la inteligencia, iluminada por la fe. Y cuando ésta nos haga ver las razones para moderar sus impulsos, por encima de todo, hemos de vencerlos, si no queremos que nos lle· ven a la ruina. Convénzase de que nuestra vida entera depende de cómo gobernemos el corazón. Un corazón bien diri- -91-

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