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más que míseros esclavos, más dignos de lástima que los encarcelados en mísera prisión. Persuádase usted de que debemos aprovecharnos de nuestra libertad para luchar y vencer las tentaciones de la vida.. Mas para salir victoriosos de esta lid co– tidiana, se requiere un poco de esfuerzo por nuestra parte. Con este esfuerzo y la gracia de Dios, que no nos faltará si nos hacemos dignos de ella, podemos vernos libres de la corrupción del mundo, de la tira– nía de las pasiones. «El hombre---,dice un autor-no es una paja arroja– da al agua .para marchar y enseñar la dirección de la corriente, sino que tiene dentro de sí la fuerza de un potente nadador, y que es capaz de acometer por sí mismo, de luchar con las olas y dirigir, en gran parte, su propio curso independiente.» (Smiles.) ¿Lo ve us– ted? No es una paja arrojada a la corriente de la vida. Es un potente nadador. Pero el nadador tiene que lu– char contra la corriente; si no, por fuerza que tenga, será arrastrado por ella. Así usted ha de luchar, es de– cir, oponerse a los atractivos del mundo y desenfreno de las pasiones. No me dé la excusa que dan muchos hombres de mundo, que se ven envueltos en sus re– des, diciendo que la vida se impone, que el corazón los vende, que los amigos los arrastran. A estas excusas hay que contestar: Dios le manda que se oponga a las seducciones de la vida.; que guarde el corazón; que no haga caso de los amigos, sino que, ante todo, atienda a cumplir sus divinos mandamien– tos... Sepa usted vencer, sepa ser libre, y así, libremente, llegará a la cumbre de la verdadera grandeza, que es lo que le desea su afectísimo en Cristo Jesús, FR. C. DE V. -90-

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