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La libertad es muy amable; pero se suele tener un falso concepto de ella. No faltan quienes piensan que consiste en hacer cuanto les venga en talante. Usted de– be darse cuenta de la responsabilidad que con ella ad· quiere el hombre delante de Dios. La libertad es una facultad concedida al hombre, que le distingue de los demás seres de la creación. Con ella lo mismo puede enlodarse en los bajos fondos del vicio que remontarse a las alturas puras y serenas de la vir– tud. Ella es la llave con que se entra en todos los lu– gares. r n donde se cifra el descanso del corazón, la vara mágica c·on que se va ·escogiendo los objetos que ama– mos y poseemos. Ella nos hace responsables de las obras exteriores así como de los actos internos. Por ella se merece premio cuando, venciendo las propias pasiones, nos entregamos a la práctica del bien, y castigo, cuando nos dej~mos arrastrar de la corriente de la vida y co– metemos el pecado. Fíjese usted en que la libertad es la facultad que tie· nc el hombre de poder determinarse a obrar según su propia elección: con ella puede hacer una cosa o' su contraria, o dejar de hacer una y otra : puede querer o no querer, puede amar o aborrecer, o mostrarse indi– ferente ante los objetos o personas que reclaman su afecto o excitan su odio. Y todo esto, como usted puede comprender, radica en el fondo del alm~. en cuyo santuario tiene su asiento esta noble facultad del hombre. Ni la seducción de las criaturas, ni Jos atractivos del placer ni siquiera .la coac– ción externa son capaces de menguar esencialmente nuestra libertad en lo más mínimo. La libertad es pro– pia y exclusiva del alma inteligente, y de esta facultad nadie puede despojarnos. -83-
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