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le: cSeñor, ¿por qué bajaste del cielo a la tierra y te vestiste de nuestra carne, cargando con todas nuestras miserias? ¿Qué es Jo que viniste a buscar en este de– sierto de abrojos, envuelto en las sombras de nuestras ignorancias y pecados?» Atienda luego a Jo que el divino Redentor le contes– tará con sus llagas, con su sangre, con su inefable ex– presión de dolor y de amor profundísimos: -J'or tí, hijo mío, vine al mundo a buscar tu alma inmortal que estaba perdida por las selvas del pecado. Siga usted preguntando: «¿Por Qué, Salvador mío, te sometiste a los rigores del frío y la pobreza en Be– lén, soportaste el trabajo de Nazaret y te fatigaste por los ·caminos de tu apostolado? ¿Por qué llevaste una vida de humillación, de privaciones y de sufrimientos?» Y el Salvador le responderá de nuevo con inefable ternura: -,Por ti, hijo mío; por salvar tu alma inmortal. Vuelva usted a penetrar en los dolores de Cristo ben– dito ·para decirle por tercera vez: «¿Por qué, J esús mío, padeciste azotes. corona de espinas, escarnios de la sol– dadesca y de la plebe? ¿Por qué subiste con la cruz el camino del Calvario y fuiste en ella clavado y moriste atravesando por la más acerba de las agonías?» Y Cristo bendito le dirá, por último, desde su cáte– dra de amor: -Por ti, hijo mío; por dar vida a tu alma inmortal c.aminé al suplicio y me vi en la cruz desnudo, ator– mentado y muerto. Desnudo por tu alma, para que tú la estimes más que las riquezas; atormentado por tu nlma, para que tú la estimes más que Jos placeres, y muerto por tu almn , para que tú la estimes más que la misma vida. -75-

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