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su pasión y muerte y se nos ha comunicado en el san- to Bautismo. · Si toda alma es, en su ser natural, más hermosa que todos Jos demás seres del universo, la que se halla en gracia está adornada de una belleza incomparable, in– decible, tan sólo semejante a la de los· ángeles que es· tán en la presencia de Dios. El alma en gracia participa de la misma vida de Dios en el conocer y en el amar. Y por esta participación de la divina naturaleza adquiere el derecho de ser admiti– da un día en el Cielo para anegarse en la visión de la esencia de Dios y quedar sumergida en el torrente de las eternas delicias. Para que aprecie usted un poco la hermosura del al– ma embellecida por la divina gracia, voy a referirle una anécdota. Se cuenta en la vida de Santa Catalina de Sena que el Señor favoreció a esta Santa con la contemplación de un alma vuelta a la gracia de Dios, por sus súplicas y penitencias. Fué tal el gozo que sintió al ver su her– mosura, que no acertaba a salir de su pasmo, y afirma· ba ser tan brillante que con nada podia expresar su be· lleza. Jesús le dijo entonces: «Mira, hija mia, cuán her– mosa y preciosa está ahora esta alma que, gracias a ti,. i. he recobrado. Yo, suprema Belleza, me prendé de esta hermosura de las almas hasta el extremo de descender a la tierra y morir por rescatarlas.» Saque usted la consecuenéia. Jesucristo, siendo Dios, conocía en su justo valor todas las cosas, y por eso sa– bia apreciar lo que es nuestra alma 'y la hermosura que adquiere con la gracia. Esta es la razón por,la que juz– ga por bien empleado el haber venido a la tierra a su· fr'ir toda suerte de fatigas, trabajos y dolores hasta mo- -73-

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