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CARTA 14 CRISTO Y SU ALMA Carfsimo en Cristo: Me daba el corazón el que mi última carta iba a serie en gran manera provechosa, como en verdad lo ha sido, según veo en estas pala– bras que en ella me escribe: «La carta de usted, mi querido Padre, fué como un toque de alarma para mi conciencia aletargada en mi diario trajfn de hombre de mundo. También yo, envuel– to en la vorágine de la vida moderna, me olvido con frecuencia de mi propia alma. ¡Es tan fácil en este mundo materialista vivir en completo divorcio con el mÜndo del espfritu!... Y, sin embargo, mi alma, como usted me dice, pide mis atenciones y cuidados. En ade– lante, le prometo un cambio radical, dando la importan– cia que merece a la salud de mi alma inmortal.» Me place sobre manera su propósito, mi querido ami– go. Mas hoy quiero añadirle algunas razones aún más poderosas para que sepa estimar su alma. Ella, además de ser imagen de Dios en el orden de 1:>. naturaleza, es de suyo apta, por la bondad divina, para adquirir una semejanza con Dios mucho más elevada y que pertenece al orden sobrenatural. Esto se realiza por medio de la gracia que nos mereció Jesucristo con -72-

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