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Alexis Carrel nos ha descrito bellamente el trabajo de la mano del hombre. «La mano--;dice-se adapta Jo mismo al trabajo más duro que .al más delicado..Ha ma· nejado con la misma destreza el cuchillo de silex del cazador primitivo que el martillo del herrero moderno; el hacha del leñador, el arado del labrador, la espada del caballero medioeval, los mandos del moderno pilo– to, el pincel del artista, la pluma del escritor, Jos hilos del t€jedor de seda. Sirve para matar y herir, para robar y dar, para sembrar grano en la superficie de los campos y para lanzar granadas en las trincheras.» Nuestro cuerpo, con sus sentidos, además de poner– nos en comunicación con las demás criaturas, como templo del espíritu se convierte, a veces, en instrumen– to ·de la gracia de Dios. Esto acaece cuándo recibimos algún sacramento cuya materia se aplica a algún sen– tido o miembro. ·En el Bautismo se derrama el agua sobre la cabeza d€1 bautizado y por ello, en ese mismo instante, la gra– cia de Dios se vierte en el alma para purificarla y em– bellecerla. El óleo de la Confirmación, aplicado sobre la frente, es señal de la unción del Espíritu Santo, que entonces fortalece el alma para las luchas de la vida. La Eucaristía entra en nuestro cuerpo como un peque– ño alimento que nutre el alma porque en él va el Pan de la vida, que es Cristo. Admirable, como puede comprend€r, es el cuerpo del hombre, barro vivificado por el mismo soplo de Dios. Cuerpo donde late toda la vida del universo, donde mora el espíritu como en su templo y por el cual ·se le comunica la armonía d€ la creación y la hermosura de la gracia de Dios. -55-

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