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el trabajo de sus manos y asi glorificar a Dios-. tan sólo de una manera mecánica. El trae otro destino más elevado a la vida. Dice el Génesis que, cuando Dios creó al hombre. lo hizo para que «presidiera» Jos demás seres despro– vistos de razón; es decir, para que tuviera un puesto de honor en el universo y desde él dirigir el armonioso concierto de cantos que suben de la tierra hasta el trono mismo del Altísimo. El hombre es el sacerdote del vasto templo del mundo. Para que el hombre sepa mantenerse en su puesto de honor es menester que rinda a Dios, su Creador y Señor, todas sus facultades, lo mismo las del alma que las del cuerpo. Su inteligencia ha de emplearla en co– nocerle; su corazón , en amarle, y su vida, en servirle. Y aquí tiene usted lo que debe hacer el hombre para cumplir su destino en este mundo: conocer, amar y servir a Dios. Si usted vive emancipado de este deber primordial que tiene como criatura racional, se halla en completa inarmon!a, como el instrumento musical que no está bien templado y no hace sino desentonar en todo el concierto. Convénzase, mi querido amigo, que ésta es su pri– mera e imprescindible obligación de hombre. Ha de conocer ·a Dios, teniendo clara noticia de las verdades de nuestra fe. De nade nos vale la ciencia humana si por ella nos olvidamos de Dios. Ahora que nos devora el ansia de saber es cuando más se prescinde del cono– cimiento del mundo sobrenatural. Mas el buen cristiano ha de persuadirse que, antes ·de conocer los secretos de la Naturaleza, los hechos de la Historia, las intrigas de la politica, debe instruirse en los misterios de nuestra santa religión. Antes dE' .~ 14-
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