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CARTA 8 EL DESTINO DEL HOMBRE Carisimo en Cristo: Recordará usted que en mi úl– tima le decia que el fin supremo de la creación es la gloria de Dios. En ésta, ahondando más en el asunto, le diré que las . criaturas todas glorifican a Dios con sólo conservar en si reflejos de sus divinos atributos. Ellas, fieles al mandato de su Criador, por doquier pu– blican su poder, su sabiduría, su bondad y su hermo– sura sin límites. As! la tierra, el cielo, el mar, los astros, los rios las plantas, las aves, las bestias..., todo cuanto tiene forma, matiz, figura , sonido o perfume compone un sublime y grandilocuente poema, cuyos misteriosos versos repi– ten, con inefables y distintas expresiones, el nombre de su Supremo Hacedor. «Los cielos-<lice el Salmista-cantan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia las obras de sus manos.» Esta idea, junto con el cantor sagrado, la repiten mi– llares de autores, en cuyas almas brilla la luz de la fe o los esplendores del genio. Como muestra saboree us– ted estos versos de nuestro inmortal Zorrilla: -42-

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