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dla debe tener su rea!lzación, a lo QUe debe dedicarse toda nuestra actividad. Los demás seres del universo no traen -al mundo ninguna otra misión que cumplir sino conservar la exi!/ tencia en el tiempo señalado por el dedo de Dios. Asi, el astro, con derramar su luz por el espacio y girar dentro de su órbita, ya lleva a cabo su fin. El mar, con mantener en su ancho y dilatado seno el líquido ele– mento con sus constantes fluctuaciones, tampoco puede aspirar a más. La planta, con echar sus ralees, abrir sus brotes, dar sus flores y sus frutos, llega igualmente a la ·perfección de su naturaleza. El bruto que nace, crece y retoza por la selva satisfaciendo sus instintos, está en posesión de su destino. Mas el hombre no realiza su fin tan sólo con nacer, desarrollarse en el orden fisico, gozar de perfecto esta– do de salud y disfrutar de todos los bienes que el mundo le ofrece. «El hombre es un programa»-repetimos con el filó-. sofo--. No viene al mundo únicamente para ocupar un puesto en el cosmos, como la roca; vegetar. como la p¡anta, y satisfacer sus instintos, como el bruto. Le ha sido asignado un fin más noble, al cual debe tender con todas las fuerzas. Tiene una obra más excelente que realizar, un destino más alto QUe cumplir. Como ve usted. el hombre tiene su destino propio, que le distingue de los demás seres del universo. Des– tino que ha de tener siempre presente en cualquier puesto que ocupe en la soc.iedad.· Sea rico o pobre, sabio o ignorante, hombre de ciudad o campo; tenga el ofi– cio de médico, abogado. industrial, comerciante, mili· tar o clérigo; brille en el mundo por sus excelentes cua.lidacles o pase indiferente ante los hombres que le -39-
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