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moral. El héroe, en ocasiones, se encuentra lleno de vicios los más degradantes. No es, por tanto, e~ hom– bre fuerte el ideal que ha de tener usted en su vida. Más que al hombre fuerte se ha estimado, sobre todo en los pueblos cultos, al hombre sabio. Es verdad que el hombre, como tal, posee esta facultad que le distin– gue de los demás seres de la creación : la inteligencia; y cuanto más desarrolle esta facultad espiritual, lle– nándola de conocimientos, más tendrá de criatura ra– cional. Pero la sabiduría, por si sola, no puede conducirnos a nuestro fin. Es necesaria la tendencia de toda nues– tra alma hacia él, tendencia que se realiza por la vo– luntad. No podrá negarme usted que hay hombres de muy clara inteligencia y, sin embargo, de voluntad muy dé– bil. Conocen la virtud y practican el vicio. No ha sido Salomón el único sabio lujurioso y adorador de !dolos: La conclusión salta a la vista: No está en la sabi– duría el ideal del hombre. Hay otro tipo de hombre que, en alguna época de la Historia, ha sido considera– do como acabado modelo de hombría. Es el caballero. El ideal del caballero entrañaba la nobleza, la fideli– dad, la abnegación, el sacrificio por la causa de su fe y de su idea. Pero la caballe.ría podía juntar con estas virtudes tan estimables .en el hombre algunos defectos por de– más reprensibles observados por sus íntimos. También la idea del caballero podía ser absurda, y, por elevada que fuera, en: ocasiones, además de llevarle a realizar actos heroicos, era factible que le impulsara a empre– sas nada conformes con eJ. sentido común ni siquiera con la recta razón, como eran las hazañas del Caba- -34-

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