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todo hombre, de ser sacerdote del vasto templo del universo, que, en nombre de todas las criaturas, ben– diga y alabe a su Criador soberano. Todos estos indi– viduos que así se portan dejan de vivir como hombres. Para vivir como hombre, hay que enfrenar las pa– siones; hay que educar y desarrollar la vida del espí– ritu, hay que dar culto a Dios. El que esto no hace se degrada, se coloca al nivel de los seres desprovistos de razón. Saber conservarse en el puesto en que Dios, al criarnos, nos ha colocado, es Jo que pide nuestra dig– nidad y grandeza de hombres. En resumen: le repho que para vivir como hombre necesita .dejarse guiar por la luz de la' razón, iluminada por la fe en Dios. Esto, naturalmente, pide energía de voluntad para vencer los propios instintos, que son como densas nie– blas que se alzan de la tierra ne nuestro corazón para nublar nuestra mente. No sea usted de Jos que, en su vida , se acomodan al principio del poeta latino: «Veo Jo mejor y lo apruebo. Sin embargo, Jo peor es lo que sigo.» (Ovúiio.) Esta frase tiene su gran realldad en muchos hombres. Están convencidos de la hermosura de la virtud. Saben que una vida pura, recta, ordenada es lo que realza el valor de la persona humana, y, sin embargo, prac– tican el vicio, viven entregados a Jos deseos desordena– dos de .su corazón. Aquí tiene usted la mayor y más lamentable miseria del hombre: vívir siempre en lucha consigo mismo, ver el bien y practicar el mal; aspirar al cielo y arras– trarse por la tierra. Sepa usted vencer los ciegos instintos de la Natura– leza para que viva como hombre que Dios ha creado, -31-

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