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lo que es agradable. Seguir el impulso del apetito en contra de lo que la razón nos dicta, es colocarse al nivel del bruto; no es vivir como hombre. Mas, como nuestra razón puede estar sujeta a mil errores que provienen de los falsos juicios de los hom– bres, y, sobre todo, de las pasiones que ofuscan la luz de la inteligencia, para librarnos de estos errores y conducirnos acertadamente en nuestra vida tenemos una luz más clara, más segura que la simple luz de la ra– zón, y es la fe. Dios, viendo al hombre envuelto en las tinieblas de su ignorancia, quiso descubrirle un mundo sobrenatu– ral, en donde se abren horizontes infinitos de luz di– vina. Esto lo ha hecho por medio de la revelación. La fe consiste en creer en las verdades por Dios re– veladas, verdades que son las normas seguras para no errar en nuestra vida. Seguir esta luz divina es ir por el recto camino que conduce a nuestra perfección de hombres. La fe nos eleva sobre el mundo de los sentidos y so– bre el de la ciencia humana para vivir en la cercanía de Dios. Ella nos hace apreciar las cosas en su justo valor, y sobre todo lo terreno y temporal , nos hace aspirar a lo celestial. a lo eterno. Cuando la luz de la f~ ilumina al hombre, todos los brillos de la tierra no lt• parecen sino fuegos fatuos. Vea usted cómo al salir el sol desaparecen las estre– llas. Así también ante los rayos de la fe que nos pene– tran el alma los valor·es materiales quedan, en gran manera, menguados y no se aprecian sino los del es· píritu. Mas, por desgracia. hay. como usted puede observar, muchos hombres sin fe. Estos van por la vida como - 29 -

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