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«Todo el universo-,dice M. Zundel-está suspendido de cada una de las palpiladones de nuestro corazón con el peso infinito de 1~ bondad que le hizo nacer y qll!' nos lo confía, para que afirmemos el sí que le ha sido dado al ser como anillo de esponsales, preludio de boda eterna.» Palpite su corazón .enviando al Señor sus latidos, con los que vaya formando algo así como un himno nunca interrumpido que, sin cesar, cante la gloria de Dios. No dudo que estas ideas llegarán a su alma y, sobre todo, repercutirán en su conducta, a fin de que se muestre, en todo tiempo y circunstancia, como hom– bre consciente de su deber de. criatura racional. Esto es lo que siempre desea y pide a Dios su afec– tísimo en Cristo Jesús FR. C. DE V. -27-

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