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re·pos.ando en la nieve, una voz como una estrella erran– te bajó del cielo repitiendo: Excelsior! Usted, como este joven legendario, debe ir por la vida llevando esta divisa en su bandera: Excelsior! Más arriba, siempre más arriba. Este ha de ser tam– bién el grito que salga de su corazón. Y a pesar de las dificultades que encuentre en el cumplimiento de su deber de cristiano, no obstante las luchas que le pre– senten el mundo, el demonio y sus pasiones, ha de tender, por encima de todo; a las alturas de la virtud, repitiendo en su alma esta divisa : Excelsior! Más arri– ba de las aspiraciones del mundo, más arriba de los juicios de los hombres, más arriba de los deseos de mi carne pecadora. Más arriba siempre, abrazado a Cristo hasta el sacrificio, hasta el martirio del propio cora– zón, hasta el. heroísmo del auténtico cristiano, pues ·de héroes es arribar a las alturas de la virtud, bañadas de luz y alegria celestes. .Si usted va subiendo la cuesta de la vida sin hacer caso, como el joven de la leyenda, de las voces enga– ñosas que vienen a brindarle satisfaccionet; y placeres, hasta llegar a la meta y morir en ella, siendo fiel a su divisa, entonces el día de su muerte también resonará en los ámbitos del cielo esta palabra: Excelsior! La pronunciarán los ángeles modulando las más dui· ces melodías, y en sus cánticos vendrán a decir: «Este hÓmbre que despreció las seducciones del mundo por subir a la ciina de la virtud bien merece escalar el cielo y ocupar un trono resplandeciente de gloria que no tendrá fln.» Levante ya, mi querido amigo, su alma a esa morada de eternas delicias, adonde arribará después de la muer– te, c.o·mo lo espero, si·sigue la recta senda del bien. -· 202-

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