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cha y mi cadáver será depositado en la tumba fria; pero más allá de la tumba hay una vida eterna. El mundo me muestra sus atractivos para lograr la conquista de mi corazón; mas, en medio de estas se– ducciones engañosas, tendré presente que todo se esfu– ma rápidamente en la tumba fría; pero más allá de la tumba hay una vida eterna. La tentación me acosa sin cesar, y, atraído por el co– lorido con que me presenta el pecado, estoy para caer y hacer desgraciada mi alma ; mas he de acordarme que todo, en breve, termina y que la lucha con las pasiones acabará en la tumba fría; pero más allá de la tumba hay una vida eterna. ·El dolor me oprime el corazón, y, desfallecido bajo su peso, estoy para dejarme llevar de la impaciencia, tal vez de la desesperación; mas reflexionaré persua– diéndome que el dolor, como el placer, presto se tles– vanece en la tumba fría; pero más allá de la tumba hay una vida eterna.» Sí, hay una vida eterna, mi querido amigo. Y por eso lo que ante todo importa es asegurar la felicidad de esa vida que nos espera más allá de la tumba. Y esto, cueste lo que cueste. Si usted es un hombre cuerdo y reflexivo-y no lo dudo-no debe hacer otra cosa en la tierra sino ateso– rar para la eternidad. El gozar de los placeres,·el dis– frutar de las riquezas, el ser aplaudido de los hom– bres, todo esto es de valor temporal que tanto estiman los humanos, poco o nada puede aprovecharle para ·después de la muerte. La virtud es lo que más le interesa y, por tanto, es lo que más ha de procurar. Es lo que puede acarrearle una· eternidad feliz. Trabajando por la felicidad de Stl ---, i98-

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