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puede merecer premio eterno con sus buenas obras, o eterno castigo con las malas. Pero, en la vida de ultratumba, cesó ya la prepara· ción, llegó a su término lo transitorio, y entonces ya no hay luchas ni pruebas. AlU todo es permanente, sin cambio alguno. La sentencia dada por el divino Juez no puede revocarse, y lo que ella haya determinado será la suerte que, por siglos sin fin, ha de correr el hombre..O eternamente gozar en el cielo, o eternamen· te padecer en el infierno.. El recuerdo de esta vida eterna no debe apartarse de su mente ni de su corazón. Le repito lo del P. La– cordaire: «Viva en el porvenir. Es el gran asilo y la gran palanca.» Vivir para. lo eterno, aspirar a lo eterno, obrar para lo eterno ha de ser su ideal en la vida del tiempo. Us– ted, como todo hombre desterrado en este mundo,. debe darse cuenta de que es peregrino y extranjero y ha de dirigir sus pensamientos y amores a la patria eterna. Serfa una grandísima locura el pretender que esta vida efímera de la tierra esté llena de comodidades y regalos, y, en cambio, vivir en completo olvido de la vida inmortal de más allá de la muerte. Grandísima lo– cura el querer pasar treinta, cuarenta o cincuenta o más años en los placeres o diversiones del mundo y, con ello, acarrearse una eternidad desgraciada. Si este recuerdo santo le acompaña siempre en la vida, sabrá usted hacérsele familiar este razonamiento : •Todo pasa, todo huye de mi presencia como las nubes que el huracán arrebata ... Sólo mi alma con sus obras permanece inmutable en medio del torbellino de ·la vida. Tras corto espacio de tiempo, mi vida quedará deshe- -197-
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