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interior, lodos los tesoros, todos los consuelos, todos los apoyos que necesitamos para no desfallecer en nues– tro camino. Observe usted el agua fría cómo está sin movimiento. sin fuerY-a. Mas puesta en un recipiente al contacto del fuego, <"<>n su calor se convierte en vapor, y es en– tonces una fuente de energía, capaz de arrastrar los más enormes pesos, como puede verlo en los trenes y en los barcos. Nuestra alma, <"omo el agua fría, es impotente para todo lo bueno. l'or sí sola se ve sin fuerza para ejerci– tarse en la virtud, para vencer las tentaciones y sopor– tar los dolores del destierro. Mas si usted la pone al contacto de este divino fuego de la Eucaristía. si recibe con frecuencia este Pan ce– lestial, se dará cuenta de la energía sobrehumana que experimentará en su corazón y del valor que abrigará en su alma para sobreponerse a todas las luchas, ven· cer todas las difi<"ultades y llevar a cabo sus buenos deseos. «El que eomc l"ste Pan tendrá la vida.» Y la vida e:¡ fuerza, energía. aliento, impulso, movimiento. Y todo esto nos lleva a •·calizar nuestro ideal de vida cristiana. La comuniún nos transforma en sagrarios vivientes. Después de rc<'ihida, bien puede usted repetir: «Jesu– cristo vive .en mi. Yo le llevo en mi corazón, y adonde quiera que voy, "El va conmigo.» Medite bien l'sta verdad consoladora: «Jesús va con– migo.» Sale usted a la calle; se encuentra con un objeto pe– ligroso para su alma. con una persona que le sirve de tentación, con un amigo que le brinda con algo que sería ocasión próxima de pecado. Usted vuelve enton- -187-
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