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soy el Pan vivo que he descendido del cielo. Quien co· mieTe este pan, vivirá eternamente... Quien come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora y yo moro en él. Así como el Padre, que me ha enviado, vive y yo vivo ,por el Padre, así quien me come vivirá por mí, o de mi misma vida.» Sobre estas palabras puede usted discurrir de la ma– nera siguiente: «Al recibir yo a Cristo, al alimentarme con este Pan de vida, vivo de .la misma vida del Hijo de Dios. J esucristo hace de mi corazón su trono de amor. Mora en mí como en su propia casa y sigue vi– viendo su misma vida, y yo vivo en El . No es que mi vida humana desaparezca; pero esta vida está elevada, embellecida, transformada en la suya. Yo formo con El un solo corazón, una sola alma, una sola vida. Y esta es la vida de Cristo en mí.» Y realmente, amado hijo, Jesucristo, en la Eucaris– tía, nos hace partícipes de su misma vida, que es la fuente de toda gracia y energía sobrenatural. Y con esta vida que .Jesús nos comunica en la sagrada co– munión, nuestro destierro aquí en la tierra se convier– te en anticipo del cielo. La Eucaristía es nuestro cielo en la tierra. En medio de las luchas y tempestades que necesa– riamente tenemos que sostener en el mundo en que vivimos, al recibir a Cristo en la comunión nos senti– mos alentados· y fortalecidos con su amoroso abrazo. Alimentados con este Pan de vida, podremos resistir los embates de los enemigos del alma y endulzar todas las ·amarguras de este valle de lágrimas. Abrazados -con Cristo, no temblaremos ante los dolores y desgracias ni arite la misma muerte, porque la muerte con Cristo es vida. Con Jesús en el corazón, tenemos, en nuestro -186- 1 /

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