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CARTA 37 EL PAN DE LA VIDA Carísimo en Cristo : Me he alegrado en gran manera al darme cuenta del inusitado fervor que se ha des– pertado en su alma después de su retorno a Dios. «Al verme tan ruirt y miserable-me dice usted en la suya~he sentido necesidad de acercarme al que es la fuente de la riqueza y de la gracia: Jesucristo. Le he recibido varias veces dentro de mi corazón en la Eucaristía, y, al sentir en mí su divina presencia, me he consolado, fortalecido, animado de ardientes deseos de mejorar de vida. Me parece que es, en mí, una rea– lidad este pensamiento de San Pablo que leí un día después de la comunión: «Vivo yo, mas no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí.» Todo esto me anima a seguir comulgando con la ma– yor frecuencia posible, pareciéndome que Cristo en la Eucaristía es mi fuerza, mi centro, mi vida.» Muy bien, querido amigo. Su decisión es Inmejora– ble. Si persevera en ella me atrevo a asegurarle que su vida cristiana se verá plena de hermosas virtudes. Una honda renovación se obrará en todo su ser. La Eucaristía eleva, engrandece y perfecciona nues– tra vida humana. Ella es el verdadero Pan de la vida, según la afirmación del divino Maestro, que dice: «Yo - 185 -

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